viernes, 12 de febrero de 2010

A por la quinta Copa de España


Siete finales en siete años y en Mayo disputaremos la séptima final de Copa de nuestra centenaria historia. Y la inmensa alegría que embarga al sevillismo no puede ser truncada por un mal partido. Las eliminatorias no hay que jugarlas bien, hay que pasarlas. Y el Sevilla Fútbol Club, el equipo más grande del Sur de Europa, representará nuevamente al fútbol andaluz y sevillano en la disputa de otro título. Las portadas de peridocicos y telediarios se abrieron otra vez anunciando a la ciudad de nuestro glorioso nombre, y al equipo que lo representa con honor: El Sevilla Futbol Club jugará la final de la Copa del Rey.
Y eso demuestra, entre otras cosas, que a pesar de algunos agoreros envidiosos, no se ha terminado el ciclo del Sevilla campeón. La segunda final de Copa en los últimos tres años, algo que jamás había ocurrido en los casi 105 años de vida del club.
Pero esa felicidad que me embarga desde que Iturralde pitó el final del partido, no me ha dejado ciego. Tampoco sordo.
Monchi acierta cuando dice que no es hora de cuestionarse, en medio de la carrera, la labor de Manolo Jiménez. Vuelve a acertar cuando recuerda que fue Manolo Jiménez quién con una decisión suya, encarriló la eliminatoria contra el Getafe en aquella controvertida, por usar un término benévolo, decisión de cambiar a Negredo en el minuto 36 de la primera parte. Yo mismo, a que negarlo, me puse las manos en la cabeza. No me uní al coro de los que pitaban, pero no entendí, en aquella circunstancia, la decisión del entrenador del Sevilla.
Pero insisto, el pitido final de Iturralde no me dejó ciego ni sordo.
Como a muchísimos sevillistas, lo que ví sobre el césped de ese pueblo del Sur de Madrid, me recordó muchísimo al Sevilla de las vacas flacas, al Sevilla medroso, mediocre y acomplejado ante los grandes. Reculando siempre, dando la imagen adherente a cualquier equipo modesto en una manifiesta demostración de complejo de inferioridad.
Como muchísimos sevillistas he oído y leído las cada vez, más frecuentes, declaraciones de nuestros futbolistas, descontentos con la forma y los modos del juego del equipo. Si ya Renato avisaba no ha mucho, de que el equipo daba muchos voleones; ayer, el héroe de la noche, el salvavidas del Sevilla; el legendario (porque ya es una leyenda en sevillista sin necesidad de se retire de los terrenos de juego), Andrés Palop, lo decía muy claro: “....No estoy feliz del todo. Quiero un equipo potente y con personalidad, que no se amedrente ante nadie. No me gusta sufrir tanto...”
Más alto se puede decir, más claro es imposible.
Manolo Jiménez tiene ya el honor de ser el mejor entrenador canterano de toda la historia del Sevilla Fútbol Club. Y sé que está tremendamente orgulloso de ello. Y la gran mayoría del sevillismo también. Como entrenador ya ha conseguido algo que no tuvo la oportunidad de disfrutar como jugador. Disputar un título en una final de Copa. Pero el también sabe que para ganar esa final, además de aliarse con el componente suerte, necesitará de la mejor versión de un Sevilla que, hoy por hoy, vulgariza su juego a pasos agigantados, y al que cualquiera zarandea y ridiculiza.
Ese fue mi mayor sufrimiento la otra noche delante del televisor.

1 comentario:

  1. Saludos.
    Acabo de enlazarte en mi blog sevillista.
    Te dejo la dirección del mío por si estimas conveniente hacer lo mismo.
    http://sevillismodesdelacuna.blogspot.com/

    Un saludo.

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