Otra vez sobre la bocina el Sevilla Fútbol Club resolvió un partido que al igual que el día del Valencia, se complicó con el gol de Llorente. Ambos goles, el de Marchena y el del espigado delantero del Athletic, fueron conseguidos de la misma forma y desde la misma zona. Corner al corazón del área y gol.
Pero este Sevilla viene demostrando que tiene recursos suficientes para sobreponerse a cualquier contratiempo. El partido empezó feo. La tromba de agua caída en la ciudad desde dos horas antes de comenzar el partido hizo temer por la suspensión del choque. El árbitro decidió jugar en esas lamentables condiciones y pasó olimpicamente del dinero invertido por los miles de espectadores que pagaron su entrada para ver un espectaculo deportivo. Pero la meteorología dio una tregua y el magnifico drenaje del césped –chapeau a los responsables de las instalaciones – hizo el resto, y el partido, aunque con quince minutos de retraso, pudo disputarse.
De cualquier forma era evidente que el Athletic estaba más cómodo en el terreno de juego porque en el primer tiempo se hizo muy difícil rasear el balón. Y encima la única vez que llegaron en una pelota mal defendida provocó un saque de esquina y ahí nació, como no podía ser de otra manera, la ocasión de gol que convirtió Llorente. A todos nos quedó la sensación de que Andrés Palop, pudo hacer algo más en esa salida a destiempo.
El segundo tiempo fue otro cantar. La lluvia amainó y el césped permitió que circulara el balón con más rapidez. Manolo Jiménez, otra vez magistral en los cambios, ayudó desde el banquillo a que el equipo tuviera mas presencia en ataque, y el cambio de Renato por un magnifico Lautaro Acosta, fue determinante para el resultado final del partido.
Hasta cinco ocasiones de gol creó el equipo en una segunda parte extraordinaria de juego y de casta. Apenas alcanzado el cuarto de hora, Duscher casi parte la red de un trallazo desde la frontal del área pequeña. Con el empate, el Athletic cometió el mismo error que el Valencia una semana antes, y su repliegue favoreció los intereses del Sevilla. Kanouté pudo adelantar al equipo en un penalty cometido sobre él mismo, pero su lanzamiento se estrelló en la base del poste una vez batido Iraizoz, el buen guardameta bilbaíno.
Pero el fútbol suele ser justo con quien quiere ganar y cruel con quien utiliza la racanería en el césped. Le pasó al Valencia en la eliminatoria de cuartos, nos paso a nosotros contra la Sampdoria, y le ha pasado esta noche al Athletic Club de Joaquín Caparrós. Sobre la bocina, cuando más duele y cuando prácticamente no había tiempo para nada más, una buena jugada por banda izquierda termina en las botas de Duscher que intenta una fallida chilena. El balón sale rebotado y acaba en los pies de Acosta, quien no desaprovecha la ocasión y pone, con toda justicia, el 21- en el marcador de Nervión.
El Laucha se lo merecía tras tanto esfuerzo en solitario durante los tres meses de su lesión. El partido ganado y el pase a la final cada vez más cerca. Derroche de poderio físico en el Sevilla que no notó el esfuerzo del domingo en el Molinón.
Pero este Sevilla viene demostrando que tiene recursos suficientes para sobreponerse a cualquier contratiempo. El partido empezó feo. La tromba de agua caída en la ciudad desde dos horas antes de comenzar el partido hizo temer por la suspensión del choque. El árbitro decidió jugar en esas lamentables condiciones y pasó olimpicamente del dinero invertido por los miles de espectadores que pagaron su entrada para ver un espectaculo deportivo. Pero la meteorología dio una tregua y el magnifico drenaje del césped –chapeau a los responsables de las instalaciones – hizo el resto, y el partido, aunque con quince minutos de retraso, pudo disputarse.
De cualquier forma era evidente que el Athletic estaba más cómodo en el terreno de juego porque en el primer tiempo se hizo muy difícil rasear el balón. Y encima la única vez que llegaron en una pelota mal defendida provocó un saque de esquina y ahí nació, como no podía ser de otra manera, la ocasión de gol que convirtió Llorente. A todos nos quedó la sensación de que Andrés Palop, pudo hacer algo más en esa salida a destiempo.
El segundo tiempo fue otro cantar. La lluvia amainó y el césped permitió que circulara el balón con más rapidez. Manolo Jiménez, otra vez magistral en los cambios, ayudó desde el banquillo a que el equipo tuviera mas presencia en ataque, y el cambio de Renato por un magnifico Lautaro Acosta, fue determinante para el resultado final del partido.
Hasta cinco ocasiones de gol creó el equipo en una segunda parte extraordinaria de juego y de casta. Apenas alcanzado el cuarto de hora, Duscher casi parte la red de un trallazo desde la frontal del área pequeña. Con el empate, el Athletic cometió el mismo error que el Valencia una semana antes, y su repliegue favoreció los intereses del Sevilla. Kanouté pudo adelantar al equipo en un penalty cometido sobre él mismo, pero su lanzamiento se estrelló en la base del poste una vez batido Iraizoz, el buen guardameta bilbaíno.
Pero el fútbol suele ser justo con quien quiere ganar y cruel con quien utiliza la racanería en el césped. Le pasó al Valencia en la eliminatoria de cuartos, nos paso a nosotros contra la Sampdoria, y le ha pasado esta noche al Athletic Club de Joaquín Caparrós. Sobre la bocina, cuando más duele y cuando prácticamente no había tiempo para nada más, una buena jugada por banda izquierda termina en las botas de Duscher que intenta una fallida chilena. El balón sale rebotado y acaba en los pies de Acosta, quien no desaprovecha la ocasión y pone, con toda justicia, el 21- en el marcador de Nervión.
El Laucha se lo merecía tras tanto esfuerzo en solitario durante los tres meses de su lesión. El partido ganado y el pase a la final cada vez más cerca. Derroche de poderio físico en el Sevilla que no notó el esfuerzo del domingo en el Molinón.
Dentro de un mes, nos jugamos en San Mamés estar en nuestra séptima final de la Copa de España. Pero eso queda muy lejos. Ahora ya toca hablar del derbie. ¡A por ellos!
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