De generación en generación, el sevillismo ha ido pasando de boca en boca el nombre de aquellos futbolistas que hicieron grande a nuestro querido y amado club. No hay sevillista que no conozca aquella delantera legendaria de los “stukas” - López, Pepillo, Campanal, Raimundo - con el añadido de Torróntegui en ocasiones y Berrocal. Ni tampoco nadie borra de su memoria lo que nuestros mayores nos cuentan del “ángel volador”, el gran cancerbero Guillermo Eizaguirre que en tiempos del legendario Ricardo Zamora, fue capaz de disputarle la titularidad en la selección española de su época. Y lo mismo pasa con Marcelo Campanal, ese gijonés que vino por el río desde su Asturias natal para quedarse para siempre en el equipo más grande del Sur de Europa, el Sevilla Fútbol Club y que nuestros padres y abuelos lo inmortalizaron con el sobrenombre de “El Capitán Maravillas”.
En estos días, y demostrando el Consejo de administración de nuestro club, una vez más por si no estaba claro, que no nos olvidamos ni de lo que fuimos, ni tampoco de dónde venimos, a Marcelo Campanal se le ha hecho entrega, con toda justicia, de uno de nuestros “dorsales de leyenda” con el número que llevaba siempre cosido en su corazón sevillista, el 5. Decir Campanal en sevillista, es ponerse automáticamente de pie. Una saga y una familia, unida eternamente al Sevilla Fútbol Club, y que dan lustre y esplendor a nuestra centenaria historia futbolística. Primero con su tío, Campanal “el gordo”, mítico componente de la delantera stuka, y años más tarde con Marcelo Campanal, un deportista de ensueño, un atleta extraordinario y un futbolista memorable.
Llegó con 16 años en 1950 y disputó con nuestra gloriosa casaca blanca otras tantas temporadas, para dibujar hasta 1966 una trayectoria deportiva y futbolística al alcance de muy pocos. Fue 11 veces internacional absoluto cuando la selección española jugaba de higos a brevas, y fue nominado por la propia FEF recientemente, como miembro de la selección ideal de España de todos los tiempos; debutó en Primera División con tan solo 19 años, hoy una cosa habitual, pero en los años cincuenta, una cosa excepcional y con más de 400 partidos oficiales, solo fue expulsado en dos ocasiones y solo cometió dos penaltis en su vida.
Haría falta mucho espacio para hablar de Marcelo Vaquero González del Río, Campanal, nuestro “Capitán Maravillas”, pero basta con citar aquí las palabras textuales del Presidente del Sevilla Futbol Club, en el acto donde glosaba su trayectoria cuando recibió, con toda justicia, nuestro nuevo “dorsal de leyenda”: "Llegó cuando tenía 16 años" al Sevilla, y con él se inicia una saga en Nervión que se prolongará hasta 1966, con más de 37 años de historia. Fue dos veces subcampeón de Liga, dos veces subcampeón de Copa, capitán de la selección española con sólo 23 años y el símbolo del coraje y esa tan característica furia con la que se definía al fútbol nacional. El Huracán de Avilés, mejor deportista español en 1954 y segundo mejor en 1955, el Héroe de Estambul, la peor pesadilla de héroes y grandes como Kubala o Di Stefano, el futbolista atleta que desafiaba todos los récords de atletismo de España en todas sus exhibiciones".
Ahora ese hombre, hecho futbolista en el Sevilla Fútbol Club, ha recibido el máximo reconocimiento de nuestro club al que puede aspirar un futbolista cuando se pone nuestro escudo en el pecho, y ocupa para siempre un sitio de honor en la historia viva del sevillismo militante. Campanal, nuestro “Capitán Maravillas”, fue protagonista directo en mis sueños infantiles cuando escuchaba narrar a mi padre, una y mil veces, como Gento, la “galerna del cantábrico”, Kubala, el húngaro que maravillaba a la España futbolística o Di Stefano, “la saeta rubia”, eran frenados en seco cuando se enfrentaban a él. Esa leyenda vestido de corto que cada tarde de domingo con el número 5 a su espalda, se forjó en Nervión junto al moho de los vetustos muñones de hierro que sostenían las costuras de las inacabadas gradas de Nervión, es para el sevillismo, mucho más que un mito; forma parte de nuestra historia, de nuestra memoria y también de nuestra familia.
Mi padre fue uno de esos sevillistas afortunados que tuvo la suerte de verlo jugar cada domingo, y conservo una fotografía de principios de los años sesenta, - la subiré al blog si la encuentro - tomada en una de las concentraciones habituales del Sevilla Fútbol Club en los pinares de Oromana en Alcalá de Guadaira, donde posa orgulloso de su sevillismo con Marcelo Campanal, “El Capitán Maravillas”
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