jueves, 10 de mayo de 2012

Achúcarro, el medio centro adelantado a su tiempo, nuevo dorsal de leyenda en Nervión.


Mi memoria visual apenas alcanza a recordar las últimas temporadas en activo de Ignacio Achúcarro Ayala, un futbolista paraguayo que se apropió, hace más de medio siglo, la posición de medio centro, algo tan importante en el fútbol actual. Con un porte inconfundible, pelo rubio cortado a cepillo, fornido, recio y con un físico imponente, Achúcarro era el encargado en aquel equipo de “la delantera de cristal” con Dieguez, Antoniet, Pereda y Szalay, de poner freno a adversarios tan temibles como Puskas, Di Stéfano, Kubala  o Gárate.

Achúcarro arribó a Sevilla en el otoño de 1958, el mismo año en el que fue inaugurada nuestra bombonera y cuentan las lenguas antiguas, que su debut, el 26 de Noviembre de ese año contra el Athletic Club de Bilbao de Piru Gainza, fue suficiente para que el paraguayo entrara definitivamente en el corazón del sevillismo. Ganó el Sevilla por 3-2 y ese rubio de pelo ralo, levantó con su pundonor, sacrificio y entrega, aquel partido que el Sevilla perdía al descanso por 2-0.

Achúcarro atravesó el charco desde su Paraguay natal, tras disputar y destacar con la selección paraguaya (la albirroja), en el Mundial de Suecia de 1958. Su destino estaba apalabrado con el FC Barcelona, pero una gestión de la directiva de la época hizo que Achúcarro tomara rumbo a Sevilla para formar, junto con el inolvidable Manolito Ruíz Sosa, una de las líneas medias más importantes de la historia del Sevilla Fútbol Club.

Achúcarro formó parte de aquella legendaria alineación sevillista de los años sesenta en la que nuestros padres y abuelos recitaban de memoria: Mut, Juan Manuel, Campanal, Valero, Ruíz Sosa, ACHÚCARRO, Agüero, Diéguez, Antoniet, Pereda y Szalay. El equipo lo dirigía uno de los entrenadores más carismáticos de la historia del Sevilla, el barcelonés, Luís Miró

Aquél futbolista con pinta de gladiador, fue nuestro Poulsen o nuestro Medel en la década de los sesenta. Y cuando le llegó la hora de la despedida, Achúcarro ya había jugado 278 partidos oficiales con la camiseta del Sevilla Fútbol Club, el único equipo español al que perteneció en toda su dilatada y amplia carrera futbolística durante 10 años. 

Todavía recuerdo aquel partido. Yo era un chaval de 14 años y el club le organizó un partido homenaje contra un equipo de su tierra que se encontraba de gira por España: el Guaraní. La escuadra aurinegra, se lo llevó de vueltas a su pais, a su barrio  de Tembetary en Asunción, para formar parte del equipo del Olimpia, su primer amor futbolistico con el logró clasificarse para la Copa Libertadores de 1969.

Este hombre que hoy ha recibido el homenaje del club, es Achúcarro, nuestro “Dorsal de Leyenda” que con el número seis a su espalda, continúa, tras Arza, Bustos y Campanal, la legendaria lista de futbolistas que dejaron en el club más grande del Sur de Europa, su impronta, su clase, y su huella.

Quiere las circunstancias, que Achúcarro haya sido homenajeado el mismo día que se cumplen seis años de la final de la UEFA en Eindhoven, uno de los momentos inolvidables en la memoria colectiva del sevillismo, y sin duda alguna, uno de los días más importantes para el 
fútbol en Andalucía. 

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