Pero
hoy dice adiós tras no sé cuantos goles, muchas tardes gloriosas de fútbol, y siete títulos bajo el brazo, el mejor jugador del Sevilla Fútbol Club
que han visto mis ojos salir por la bocana de los vestuarios del Ramón Sánchez
Pizjuán. Bajo esa gloriosa casaca blanca de mi equipo y con el escudo de
Nervión en el pecho, Frederick Kanouté ha regalado al sevillismo los años más
felices de nuestra historia reciente. Kanouté nos ha hecho sentirnos orgullosos
de ser sevillista, hemos presumido de tener en nuestras filas a algo más que un
futbolista y para muchos de nosotros, al menos para mí, ha sido el futbolista
más grande que yo he visto vestido de sevillista en mis cerca de sesenta años
de vida.
Esta
noche le diremos hasta siempre y os aseguro que viviremos en Nervión uno de esos
momentos mágicos para todo el que siente en rojiblanco. Se despide de su afición, la leyenda, el futbolista que nos
llevó a disfrutar de la gloria aquí en la
tierra, uno de los profesionales más integros que ha pisado el césped de nuestra bombonera, el
hombre que hizo del fútbol un instrumento para conseguir la felicidad de los
demás, el abanderado de toda una época gloriosa que quedará marcada con tinta roja indeleble
en los libros de historia y en la memoria histórica del equipo más grande del sur
de Europa.
Hoy marcharemos a la casa de todos lo sevillistas, a la morada de los FIELES DE NERVIÓN, para
decirle HASTA SIEMPRE, a Frederick Kanouté. Poco nos importará la dureza
deportiva del momento, las circunstancias negativas que rodean al club en esta
coyuntura negativa, la dolorosa derrota ante el eterno rival, el desasosiego que nos produce esta nefasta campaña
deportiva, la enorme desilusión de quedarnos fuera de los puestos europeos tras
ocho años consecutivos, o de constatar la incertidumbre que rodea al futuro del
club, porqué a pesar de todo eso, hoy es el día de estar con Kanouté.
Tu
no lo viste jugar Papá. Pero te aseguro que hubieras disfrutado de ese futbolista
como disfrutaste con Arza, Pepillo o Campanal. Te aseguro que hubieras aplaudido
a rabiar cada vez que este gigante, con corazón de niño africano, levantaba sus
brazos al cielo cada vez que perforaba la meta rival.
Hace hoy 9 años que subistes al tercer anillo, Papa. Y parece que fue ayer.
Un beso de mamá y tus tres hijos, estés donde estés. Nunca te olvidaremos.
Un beso de mamá y tus tres hijos, estés donde estés. Nunca te olvidaremos.
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