lunes, 4 de octubre de 2010

El Mago de Oz, el Búho desplumado, los Tres Cerditos y el León de la Metro

Quique habló en la previa despotricando contra un compañero. Gregorio Manzano, que jamás, yo al menos nunca lo oí, dice una palabra más alta que la otra, le respondió en el campo, dándole una soberana paliza táctica que será recordada durante mucho tiempo por el Vicente Calderón.

Entrando en materia, tras la doble victoria contra el Borussia y el Atlético de Madrid, sólo cabe hablar de giro copernicano de un equipo desahuciado antes del viaje a Dortmund, y que vuelve por sus fueros.

Detrás de esa cambio radical en el equipo – cambio en las formas, en los conceptos, en la estrategia, en el orden táctico, en la actitud de los futbolistas, en la manera de colocarse en el campo, en como recuperar un estilo de juego y una velocidad que nos hizo invencibles- en todo eso no hay nada mágico. Sólo sentido común, motivación, oficio, y por supuesto, tener una plantilla capacitada para darle la vuelta a una situación límite.

Nada de magia, solo pizarra y orden. Equilibrio y manejo de balón. Velocidad y toque. Autoestima y soluciones a cada problema. En eso consistía el secreto. Y para llegar a esto hemos desperdiciado –Del Nido y Monchi – dos largos años en los que el juego se vulgarizaba, los conceptos técnicos se perdían, la autoestima del grupo estaba por los suelos, los fichajes cuestionados, la plantilla desprestigiada, el caché del equipo en el barro y nuestros enemigos, los que siempre están ahí camuflados detrás de la mata, con las fauces abiertas, como el León de la Metro, esperando engullir este proyecto ganador que representa el Sevilla Fútbol Club y que lo dirige en la parcela institucional el mejor presidente de la historia del club, y en lo deportivo, el mejor director que nunca soñamos tener.

El equipo daba encefalograma plano antes de rendir visita a Dortmund. Antonio Álvarez no pudo ser más explicito cuando declaró: “la pizarra ya estaba gastada”. Los tres cerditos repetían a coro desde sus respectivos altavoces mediáticos, que “..no solo era un problema del entrenador”. La planificación deportiva era un desastre, los fichajes eran medianías, la vieja guardia –que nombre tan despectivo para los futbolistas que nos han dado la gloria – estaba acabada, y rizando el rizo, sentenciaban, mirando con odio, rencor y envidia, que Del Nido y Monchi eran igual de culpables que Jiménez y Álvarez, los dos entrenadores cesados, por no darle al cuerpo técnico los futbolistas que necesitaban. Son dos lastres, concluían.

Uno de esos comunicadores, camuflado en la alevosía y nocturnidad de su plumaje, no contento con su pernicioso estilo de ave carroñera, teorizó incluso, que tarde o temprano, los pitos se volverían contra el palco pidiendo la cabeza de Del Nido o la de Monchi. O puede que las dos. Ese pobre búho desplumado, confundía sus deseos con la realidad.

Mientras toda esa fauna de plumillas con baba verde – ilusionados con la posibilidad de que su equipo vuelva algún día a jugar en nuestra bombonera - y otros no menos rabiosos, pero estos con la sangre roja inyectada en sus ojos, veían una plantilla vieja, caduca, decadente y poco capacitada para cumplir los objetivos del club, llegó el Mago de Oz y de un plumazo, con media docena de entrenamientos, con muchas horas de charla con los futbolistas, con la pizarra otra vez reluciente, con la psicología necesaria en toda profesión que maneje un grupo de trabajo, puso fin a esa falacia, mil veces repetida, para convertirla en verdad, como hacía Goebels en el partido nazi, para terminar, otra vez, el debate del fin de ciclo.

No estamos, por si alguien lo piensa, que ya algunos lo dejaron caer tras la victoria en Alemania, en el efecto efervescente de un entrenador con la flor en el culo. Ni siquiera en el tópico de que “a entrenador nuevo, victoria segura”. No. Manzano es algo más. Manzano le ha dado al equipo ese plus que los buenos entrenadores tienen que aportar desde el banquillo cuando el grupo lo necesita. Lo demostró en Mallorca y lo demostrará aquí. Insisto en esa idea expresada en el post anterior al partido de Dortmund, y por tanto nada ventajista, de que teníamos exclusivamente un problema de entrenador. Nada más y nada menos. El juego era vulgar, no los futbolistas; los resultados eran malísimos, no la plantilla. El sistema no existía. El desorden táctico era insoportable.

Gragorio Manzano ha puesto punto y final a una etapa aciaga en el banquillo sevilista que ha durado más de dos años. Y ayer, cuando terminó el partido, todo el sevillismo recuperó la sonrisa en los labios. Volvió para quedarse, la alegría perdida al Ramón Sánchez Pizjuán. El ciclo continúa. Tiempo al tiempo.

1 comentario:

  1. Muy bueno.
    Al periodista al que rebates ya me gustaría a mí verlo dedicarse a la cría del chimpancé de Gabón.
    Realmente me cae peor que una gran patada en los testículos.
    Me da vergüenza ajena que hable de nuestro Equipo.

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