Chevantón se ha desvinculado del Sevilla Fútbol Club, según anuncia la web oficial del equipo más grande del Sur de Europa. Ya era hora.
Como casi todos los uruguayos que han pasado por este club y con la honrosa excepción de D. Víctor Espárrago, y del Inti Podestá, (puede que se me olvide alguno más) Ernesto Javier Chevantón, ha sido un lastre para el club que lo fichó en su día invirtiendo la cantidad más alta jamás pagada por la entidad y que se va, devaluado, tras temporadas enteras en blanco, y con la vitola de ser uno de esos futbolistas que la máscara de mercenario, le viene como anillo al dedo.
Resguardado por un aparente, pero falso, cariño al club, Chevantón ha preferido vegetar en la ciudad, salir del circuito profesional del fútbol, desechar la posibilidad de relanzar su carrera en otro club, antes que renunciar a sus emolumentos, altísimos por cierto, y pasar por caja cada mes.
Chevantón es de esos futbolistas que presumen de mirarte a la cara, pero que a la hora de la verdad, lo único que mira son los ceros de su cuenta corriente. Tipo conflictivo – la tuvo con Juande Ramos y con Jiménez cuando dejó de jugar – , sólo le guiaba el interés por jugar con la selección charrúa el campeonato del mundo. Allí, en el otro lado del Atlántico si metía la pierna – lo que le costó su enésima lesión -, y también mostraba de verdad su profesionalidad y su compromiso con el equipo, pero quien le pagaba, y muy bien, era el club del que ahora, afortunada la hora y el día, se ha desvinculado.
Chevantón ha vivido muy cómodo en nuestro club. Inteligente para besar el escudo en el momento oportuno, capaz de ganarse el apoyo de los Biris a cambio de esos besos no sentidos, y con la habilidad suficiente para ganarse a la afición, algo que nunca entendí, que siempre lo recibía con una cerrada y casi generalizada ovación, cuando saltaba al campo.
Yo he visto en el Ramón Sánchez Pizjuán silbar con furia a Luis Fabiano cuando era Pichichi de la Liga –partido contra el Villareal de la temporada 2007-2008, creo - y aplaudir a rabiar a este uruguayo que casi nos arruina. Probablemente, Chevantón quede como el error más importante – aunque no el único - de la Dirección Deportiva del Sevilla, cuando pagó – tiró mejor dicho – ocho o nueve millones de euros al futbolista procedente del Mónaco. Afortunadamente ya no está, se ha ido, y espero que sea para no volver nunca más. Yo no lo echaré de menos.
Como casi todos los uruguayos que han pasado por este club y con la honrosa excepción de D. Víctor Espárrago, y del Inti Podestá, (puede que se me olvide alguno más) Ernesto Javier Chevantón, ha sido un lastre para el club que lo fichó en su día invirtiendo la cantidad más alta jamás pagada por la entidad y que se va, devaluado, tras temporadas enteras en blanco, y con la vitola de ser uno de esos futbolistas que la máscara de mercenario, le viene como anillo al dedo.
Resguardado por un aparente, pero falso, cariño al club, Chevantón ha preferido vegetar en la ciudad, salir del circuito profesional del fútbol, desechar la posibilidad de relanzar su carrera en otro club, antes que renunciar a sus emolumentos, altísimos por cierto, y pasar por caja cada mes.
Chevantón es de esos futbolistas que presumen de mirarte a la cara, pero que a la hora de la verdad, lo único que mira son los ceros de su cuenta corriente. Tipo conflictivo – la tuvo con Juande Ramos y con Jiménez cuando dejó de jugar – , sólo le guiaba el interés por jugar con la selección charrúa el campeonato del mundo. Allí, en el otro lado del Atlántico si metía la pierna – lo que le costó su enésima lesión -, y también mostraba de verdad su profesionalidad y su compromiso con el equipo, pero quien le pagaba, y muy bien, era el club del que ahora, afortunada la hora y el día, se ha desvinculado.
Chevantón ha vivido muy cómodo en nuestro club. Inteligente para besar el escudo en el momento oportuno, capaz de ganarse el apoyo de los Biris a cambio de esos besos no sentidos, y con la habilidad suficiente para ganarse a la afición, algo que nunca entendí, que siempre lo recibía con una cerrada y casi generalizada ovación, cuando saltaba al campo.
Yo he visto en el Ramón Sánchez Pizjuán silbar con furia a Luis Fabiano cuando era Pichichi de la Liga –partido contra el Villareal de la temporada 2007-2008, creo - y aplaudir a rabiar a este uruguayo que casi nos arruina. Probablemente, Chevantón quede como el error más importante – aunque no el único - de la Dirección Deportiva del Sevilla, cuando pagó – tiró mejor dicho – ocho o nueve millones de euros al futbolista procedente del Mónaco. Afortunadamente ya no está, se ha ido, y espero que sea para no volver nunca más. Yo no lo echaré de menos.
TOTALMENTE DE ACUERDO CON USTED.
ResponderEliminarAdemás de Victor Espárrago, Podesta si fue un ejemplo de entrega a unos colores y pieza clave en el ascenso con Joaquín Caparrós.
ResponderEliminarSaludos.
Tambien hubo otros magnificos uruguayos que si fueron honrados con nuestro equipo, como Pablo Bengoechea, al que el amigo Azkargorta se lo quito del medio, otro ejemplo fue un magnifico portero llamado Gustavo Fernandez, sucesor de D. Francisco Brenes, "superpaco"
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